sábado, 6 de octubre de 2007

La estación de Tati

Ayer pasaron una encuesta sobre los servicios ferroviarios franceses. Concluí que estaba “altamente satisfecha” con ellos. Al menos, de momento, ya llegarán las huelgas provocadas por la política Sarkozy y me acordaré de la madre del tren, pero por ahora ça va.

La estación de Luxemburgo, en cambio, esa estación principal de un país en el que el dinero se sale por todos los costados, deja mucho que desear. Pero algunos días la situación es hasta graciosa.

La escena es la siguiente: los cientos de usuarios del tren esperamos pacientemente en la vía 8 cuando de pronto vemos que el cartel luminoso que indicaba Metz ahora indica Dudelange. Entonces, nos miramos sin saber que hacer hasta que alguien, más listo, algo vidente o con mejor vista, se mueve hacia otra vía, tirando del grupo. Así que bajamos la escalera (muy alta, por cierto) en manada, siguiendo al listo hasta llegar a una nueva vía en cuyo cartel se lee Metz durante unos segundos, cambiando en seguida a Bruselas. Así que repetimos la operación y, de nuevo, siguiendo al pelotón de cabeza, llegamos a una tercera vía. A estas alturas reímos por no llorar pero, si tenemos suerte, a la tercera damos con la vía correcta.

A veces, en un esfuerzo de amabilidad poco común por estas tierras, una voz anuncia, en claro y alto luxemburgués, algo ininteligible en medio de lo cual se adivina la palabra Metz. La experiencia me dice que esa es una buena señal, porque al poco tiempo aparece mi esperado tren.

Tal vez la traducción es algo así como: Y así terminan los ejercicios gimnásticos especialmente dedicados a los pasajeros del tren con destino a Metz. Esperamos hayan disfrutado de la sesión de step y deseamos volver a verles en nuestro servicio de fitness.

No puedo dejar de recordar la fabulosa escena de la estación de Las vacaciones de Monsieur Hulot, de Jacques Tati.

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